Humo Blanco – Episodio 6
Primero se caen las hojas y tras un duro invierno, vuelven a salir las flores para ser germinadas y proporcionar sus frutos. Como la vida misma, llena de vaivenes y altibajos, nos caemos para levantarnos y ofrecer lo mejor de nosotros mismos. La singularidad de cada suceso que nos marca de por vida, tiene su trasfondo, y tan profundo se encuentra el interruptor de apagado.
Como Isabel, que me ha hecho recordar que el amor no entiende de pasados, solo de futuros, y que a este mundo he venido a sufrir. ¿Cómo continuar sin amor?
Mi cabezonería encontrará la manera. De momento me gusta pensar en caminar más rápido, cada vez que un paso adelante dé la sensación de retroceder, el destino arrebata para devolver multiplicado por dos. De esta forma me cubro las espaldas.
Y vuelvo a caminar en el calor sofocante, creando espejismos entre la flama, obras de mi mente aturdida. Pájaros de hierro me sobrevuelan como buitres esperando hincarme el diente apenas mi cadáver se desplome, pero conforme me voy acercando a lo que parece ser el nido, me doy cuenta de lo enormes que son.

No son espejismos, son otra especie de vehículos de transporte con grandes turbinas y motores que retumban al arrancarse. No puedo contener el miedo que me provocan, por lo que me pongo a cubierto dentro de una gran estructura donde cientos de personas cruzan sus miradas acompañadas de sus equipajes.
— Atención, último aviso para los tripulantes del vuelo 2491 con destino a Londres, embarquen por la puerta número 11 —advierte la voz de megafonía.
No entiendo del todo a lo que se refiere con esos dígitos la voz omnipotente, pero me asombra cómo la casualidad me muestra el camino. Londres es mi próximo destino, pero esto parece un laberinto y no se donde se encuentra dicha puerta de embarque, así que decido seguir a un grupo de jóvenes que parecen tener prisa, y como esperaba me llevan a la puerta deseada.
No entiendo que me lleva a esperar en la fila si no tengo billete, alomejor el querer formar parte de la sociedad y ser reconocida, pero me permite tomarme un rato de reflexión antes de cruzar por la puerta. La sincronicidad de mis pensamientos con los últimos sucesos, no deja de sorprenderme es como si atrajera lo que deseo y por esa razón me encuentro apunto de viajar a un país que desconozco, para buscar al hombre que se llevó parte de mi corazón, empiezo a dudar del destino y a creer más en mis decisiones, nadie debería estar destinado a ninguna desgracia.
Dejo atras todo lo vivido hasta ahora y desde lo mas alto del cielo sobrevolamos las nubes, parecen algodón de azúcar cada una con formas tan extravagantes y diferentes, de color blanco puro no como mi vestido. Entre los ronquidos de algunos pasajeros que duermen durante el viaje, uno de ellos se siente insatisfecho por el servicio que realizan las azafatas y mediante faltas de respeto, acosa a la pobre mujer que solo trata de realizar su trabajo lo mejor posible.
—¡He dicho que solo tomo leche de soja! —comunica a voces el pasajero insatisfecho.
—Con todos mis respetos señor no disponemos de dicho producto —responde educadamente la azafata.
El espectáculo dura unos minutos hasta que un par de viajeros intervienen tratando de calmar la situación, pero el cliente insatisfecho continúa con la crítica y la falta de respeto hacia la azafata. Como se puede tener tan poco tacto, y todo por no poder tomarse un té con leche de soja. Patético.
El viaje ha sido movidito, y a causa de las turbulencias, miles son el recuento de ovejas, por lo que no he podido descansar nada. Un cierto toque de libertad y diversidad se respira en la atmósfera que cubre esta ciudad intercultural, dándome cuenta de la gran variedad que tienen de expresarse las personas con su vestimenta. Formando parte de un grupo o marcando su propio estilo, creo que ya va siendo hora de quitarme este viejo y sucio vestido, y tirar junto con el todo pasado innecesario, que lo único que hace es ralentizar mi paso.

Nueva y diferente, por primera vez noto como mi nombre, Prumess, empieza a bocetar su nueva historia, aunque dando palos de ciego y adaptándose a pesar de las adversidades. Siempre es difícil encontrar la vía más fiable, cuando sentimos la necesidad de progresar y las vías ponen en duda su propia fiabilidad, pero desistir no entra en mis planes.
Cuando las necesidades afloran, dependo de un cuerpo ajeno para saciarlas y a pocos metros de distancia, una chica de mirada seria concentra sus sentidos mientras disfruta de su almuerzo, no tiene ni la menor idea de que va a compartir su cuerpo conmigo, es como un juego. Podía haberme imaginado varios aspectos a destacar en el interior de esta mujer, pero su nerviosismo parece hacerle pasar malas jugadas, ese sentimiento de imperfección perfora su alma. La ira parece estar guardada en un cajón bajo el pecho esperando a salir cuando sea necesario, para ser el arma defensiva que la protege de todo lo que considere que la ataca. Con prisas termino el almuerzo, voy a llegar tarde al trabajo. Ya lista para comenzar mi turno laboral, me toca esperar en la entrada 10 minutos, todavía está cerrado, sin embargo las prisas y las ganas de querer ser correcta y puntual, no me han dejado disfrutar del almuerzo, provocando ardores estomacales y una mala digestión, parece irónico, intentar ser perfecta realizando imperfectas acciones, gran contradicción, me enfoco demasiado en la correcta terminación y me olvido de la corrección del proceso, y como consecuencia ni el proceso ni la terminación son correctas.
—Tú siempre tan puntual Kate —aclara un compañero de trabajo.
—Ya me conoces, sea lo que sea hay que hacerlo bien —sarcasmo.
—Te esfuerzas demasiado Kate —entre bromas—. Como si nuestro jefe valorase todo nuestro esfuerzo y nos aumentase el sueldo.
Al fin abren las puertas de la fábrica de envases y tanto mis compañeros como yo ocupamos nuestros respectivos puestos de trabajo. Un trabajo que nada tiene que ver con la creatividad, más bien la rutina marca el ritmo, algunos tapones defectuosos es lo más parecido a un día diferente en el trabajo, superando las ocho horas diarias a cambio de un sueldo injustamente remunerado, el dinero es poder. Y nosotros nos entregamos al color de los billetes y al metal de sus monedas, consumiendo nuestro tiempo para sobrevivir en un mundo al que venimos sin pedirlo ni saberlo, donde algunos encuentran su camino a la primera, y otros desafortunados se pierden entre laberintos. Junto con la sinfonía que crea el sonido de las maquinarias, una especie de humo blanco se desprende de los cuerpos de los trabajadores, me pellizco en la muñeca para intentar despertarme por si se trata de un sueño.

Que raro, es como si el alma se consumiera al mismo tiempo que las gotas de sudor resbalan por las mejillas. Finalmente, tras once largas horas, da por finalizada la dura jornada laboral. Mi cabeza no para de dar vueltas, contratos a media jornada, horas extra gratuitas y todo por un sueldo mínimo.
Dejo que hablen mis sólidos principios, y yo los escucho atentamente mientras que en un abrir y cerrar de ojos, cientos de ideas descabelladas hacen cola para ser analizadas, estoy dispuesta a cualquier cosa con tal de acabar con esta injusticia. Hoy me despierto con ganas de ser imperfecta, con ganas de imponer mis pensamientos y sobretodo con ganas de que cambien las condiciones. Mi puesto de trabajo está desocupado, me dirijo a hacerle una visita al jefe. Pero mis palabras son ignoradas, era de esperar de un típico hombre de negocios que camufla la letra pequeña en sus tratos y manipula todo su alrededor para dirigir las circunstancias a su favor, y de esta manera enriquecerse cada vez más.
—Si no estás contenta, hay muchas personas que matarían por ocupar tu puesto —habla la prepotencia.
Mal de muchos, consuelo de tontos. Los manipulados acaban convirtiéndose en manipuladores y de esta manera la injusticia acaba siendo un círculo vicioso que nunca termina, mejor arrancar las malas hierbas de raíz.

Folletos, carteles, difusiones en las redes sociales e incluso en la prensa, en poco más de un par de días, me veo liderando y siendo la portavoz de una huelga laboral de más de 200 trabajadores y personas ajenas a la fábrica que comparten los mismos ideales. Las cartas están sobre la mesa, y me cuesta entender cómo he sido capaz de llegar a este punto solo por un sentimiento de imperfección e insatisfacción. Más me doy cuenta de que la vida es injusta, y que gracias a muchas personas que se aventuran a dar el primer paso para combatirla, el mundo se vuelve cada vez menos inhóspito, de nada sirve murmurar nuestras quejas si nadie nos escucha. Actuar siempre es la mejor opción.
La persistencia hace cesar la competencia, y la pérdida de dinero alerta al propietario de la fábrica que no tiene más remedio que adaptarse a un sistema laboral justo, y afrontar sus respectivas sanciones. Unificar nuestras fuerzas derrotó al opresor, que curioso.
Por alguna razón siento que debo abandonar el cuerpo de Kate, aún siendo nuestra historia la primera en acabar con una sonrisa en nuestro rostro, pero desear que no sea la última me hace querer avanzar y descubrir las siguientes aventuras. Cómo todo fallo restaurado, el mío ha sido sufrir por encontrar mi propósito al llegar a este mundo, pero ya he aprendido que no puedo pretender encontrar lo que deseo sin antes encontrarme a mi misma, para poder correr antes hay que saber caminar.
Jack, tengo que superarte.
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