Plantear una vida donde no exista el sufrimiento, por mínimo que sea, parece casi una utopía. Afortunada es la persona que sufra poco en su experiencia.
Lo curioso de este planteamiento es el papel que nos damos a nosotros mismos. Se hace del sufrimiento un alimento ineludible, reduciendo nuestra presencia a una experiencia en la que pareciera que es el mundo quien se sirve de nosotros para jugar a su parchís particular, para vivir nosotros a su merced.
Sería un error afirmar que en esta vida todo es de color rosa, desde luego los momentos desagradables forman parte de nuestro día a día. Algunos bocados son más amargos que otros.
No obstante, existe en nosotros una capacidad que a menudo subestimamos, y esta es la capacidad de decidir, elegir otro pensamiento que nos desvele este momento. Elegir de nuevo es una opción que siempre está presente.
La película de la vida sigue su curso, solo nos queda elegir cómo queremos verla, y eso depende exclusivamente de nosotros.
David Conejo Robben.
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